Un
estudio de los doctores Tamar Gutnick y Michael Kuba, publicado en la revista “Animal
Cognition”, que compila datos de una década de investigación. Entrenaron
tortugas gigantes de Aldabra y Galápagos en los zoos de Viena y Zurich para
realizar tres tareas de creciente dificultad a través de reforzamiento
positivo. Primero se las entrenó para morder una pelota en el extremo de un
palo y aprendieron a elegir un color concreto. Una vez entrenadas, y tras un
periodo de descanso de tres meses, se regresó a las prácticas. No recordaban
sus colores individuales pero aprendieron más rápido a elegir ese color en
concreto. Es decir, empezaron a recordar. Tenían memoria residual.
Al
visitar a las tortugas de Aldabra tras nueve años sin verlas en el zoo de Viena,
las tres recordaban lo aprendido, mostrando memoria a largo plazo. Se descubrió
que las que habían sido entrenadas en grupo aprendían más rápido que las que se
entrenaron por separado. Esto les
sorprendió porque no son consideradas animales sociales. Pero al observar a
otras tortugas, pueden recopilar información importante. Es una forma de
aprendizaje social que no se conocía ya que se conoce poco sobre la cognición
en reptiles.